De profesión, docente

Después de la tormenta dicen que llega la calma. Por suerte a mi vida había llegado la estabilidad.

La relación con JC estaba en su mejor momento. Compartíamos mucho tiempo juntos y ya no me molestaba su presencia, al contrario, me sentía protegida.

La charla de aquel fin de semana fue, qué iba a ser de mi vida. Hacía un par de años que había abandonado la carrera de Comunicación Social y desde aquel momento mi tiempo libre se llenó de talleres literarios, cursos y charlas, pero nada que me diera un título.

Él insistía en que yo debía ser profesora de Lengua y Literatura. La realidad era que la idea no me disgustaba para nada, de hecho siempre me interesó la docencia, pero por un motivo u otro, jamás lo tomé enserio.

¿Estaba yo preparada para retomar una carrera? Me sentía algo vieja para volver a estudiar.

Insistió tanto, que logró que al menos me interesara en averiguar.

En una charla con mi amiga Sylvia, le comenté acerca de la idea de volver a estudiar y ella también quedó con aquel interrogante rondando en su cabeza.

A la semana siguiente, ambas estábamos averiguando en diferentes profesorados. Habíamos encaminado nuestro amor por las letras, y lo mejor de todo ni siquiera tuvimos que pensarlo; JC lo hizo por nosotras.

A la siguiente semana ambas estábamos inscriptas para comenzar la cursada. Terminamos en instituciones  diferentes,  pero finalmente nuestras charlas pasaron de comprender únicamente momentos de la vida y se convirtieron en catarsis estudiantil.

A dos años de este acontecimiento y a uno de no saber más nada de JC, yo tengo encaminada mi profesión de docente.

Sylvia no deja de evocar a mi ex novio, en todas nuestras charlas y a pesar de todo lo que fue ocurriendo después y de su mal comportamiento para conmigo, siempre me recuerda que debemos estarle agradecidas por haber tomado aquella decisión por nosotras.