lunes, 6 de agosto de 2012

Una apuesta, un helado y un “Sí”



Después de unos meses de un continuo coqueteo y un paseo de compras, juntos por el shopping para Navidad, yo estaba confundida.
El otoño se avecinaba y nuestra historia, al revés que los árboles de la calle, comenzaba a florecer.
Fue un día cualquiera cuando no tuvo la mejor idea de que apostemos a cerca de una gran pavada, lo peor fue que acepte y perdí.
Un helado dentro del auto fue todo lo que tuve que pagar.
Hablamos mucho de él y de mí. Me sentía incomoda pero a la vez deseaba que aquel momento durara para siempre.
¿A caso me estaba volviendo dependiente de mi “Sí”?
Bastó  un mes más de galanterías,  para que por fin,  ocurriera lo que tanto soñé durante toda mi vida. El primer beso.
Llovía. Como nunca. O tal vez eso creía yo.
Surgió una propuesta en el auto, de camino a mi casa. Enseñarme a besar.
Sabía que tenía que decir que no y el resto de mi vida sería un bálsamo. Pero él era mi Sí, y las cosas se dieron a la manera nuestra.
Estacionó el auto y en la oscuridad de la tarde entrada en noche, acompañada por la cortina de lluvia que nos refugiaba de la realidad, sus labios envolvieron los míos y supe perfectamente lo que tenía que hacer, no hacían falta explicaciones.
Estuvimos más de dos horas abstraídos del mundo y mi celular no paraba sonar y a pesar de que su sonido era estruendoso, yo no escuchaba.
Se había hecho de noche y debía volver a mi casa y a la realidad.
Una etapa superada daba paso a la siguiente. Prometí no avanzar más. Escribí en mi diario que a pesar de no amarlo,  sentía ganas de estar a su lado. Tal vez le había mentido. Tal vez me mentía a mí misma.


1 comentario:

  1. Seguramente al principio no lo amabas, aunque como siempre el corazón y sus razones, ya debía estar dando signos de alerta.

    ResponderEliminar